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AITUTAKI, EL TESORO DE LOS MARES DEL SUR part 1


En este islote se conjugan todos los elementos que forman la imagen del paraíso del Pacífico: un anillo de coral que rodea una laguna de ensueño, palmeras, arena blanca y aguas del mismo color que la esmeralda. Entre sus pobladores se encuentran los danzantes más admirados de la Polinesia.
En las soledades del Pacífico, las islas Cook parecen las más diminutas motas de polvo perdidas en la inmensidad del océano., Y Aitukaki, con ser una de las más grandes, es apenas un islote cuya extensión se mide en hectáreas., Pequeño y hermoso, como una preciosa aguamarina colocada con cuidado en un paño oscuro, una estrella solitario entre el agua y el cielo. Muchos de los conocedores de los mares del Sur no dudan en afirmar que su laguna –un triángulo perfecto de mar, palmeras y coral- es la más bella de la Polinesia, a pesar de las numerosas competidoras posibles.
Sus danzantes son reconocidos como los mejores en todos los archipiélagos entre Nueva Zelanda y Tahití. Danzantes y lagunas, palmeras y soledad. No es exagerado hablar de la imagen mítica del paraíso, la que encontraron los exploradores del Viejo Continente hace más de dos siglos y que desde entonces está grabada en el inconsciente del europeo que soporta fríos y largos inviernos.
En Aitutaki se mezclan diferentes paisajes a pesar de sus escasas dimensiones. En realidad consta de una isla principal, Maungapu, de origen volcánico, rodeada por un arrecife que forma una laguna. Un rosario de motus –los mínimos islotes de coral que apenas sobresalen unos metros del nivel de las aguas- es la única barrera frente al mar infinito. La leyenda, y muchas veces hay que prestar atención a los mitos para tratar la historia, las guerras y los linajes en la Polinesia, refiere que Maungapu es la parte superior del monte Raemaru, de Rarotonga, la isla principal de las Cook, que fue recortada y traída por los guerreros victoriosos de Aitutaki.
A primera vista resulta difícil imaginar los lazos que pueden unir entre ellas a las islas Cook. Son quince islotes desperdigados en 2.300.000 kilómetros cuadrados de océano, cuando la suma de la superficie de todas ellas apenas supera los 240.
Hasta hace muy poco tiempo era muy fácil navegar por estas latitudes y pasar cerca de cualquier isla de noche sin distinguirla, aunque los antiguos navegantes maoríes, que colonizaron buena parte de la Polinesia, llegaron a asentarse en ellas hace siglos. Los primeros exploradores se la topaban en su camino, no las encontraban en el viaje siguiente y luego las descubrían de nuevo con la sorpresa de la primera vez. Y sí se sabe que Mendaña las descubrió en 1595, Quirós volvió a hacerlo en 1606, y durante 228 años fueron descubiertas decenas de veces antes de que todas estuvieran bien marcadas en los mapas. El capitán Cook, el más importante explorador del Pacífico, visitó varias de ellas, y en su honor el cartógrafo ruso Adam Johann Krusenstern las bautizó así en 1824.
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